Al buscar en internet sobre esta maravillosa obra, lo
primero que encontramos es aclaraciones como: “Los vampiros no son invención de
Stoker, él solo es responsable de popularizarlos
a través del personaje de Drácula”.
Y es así. Dentro del folclor de varios países es posible encontrar desde mucho
antes “Drácula” relatos sobre sus propios vampiros, y para no alargar más el tema, puntualmente el
personaje de Drácula está inspirado en Vlad “El Empalador”. https://es.wikipedia.org/wiki/Vlad_Tepes
Sin embargo, pese a lo que se pueda pensar, Drácula no es más que un personaje
secundario de la novela de Bram Stoker,
con apenas participación significativa en la primer parte de la novela. Porque en
sí la novela se centra en un grupo de personajes que se ven afectados por este,
de forma emocional, social y profesional.
La novela es una antologia de diarios, notas y diversas recopilaciones,
a través de las cuales podemos ver como cada personaje es afectado o como vive
su propia experiencia con Drácula. Se podría
decir que el argumento central se apoya en “Lucy”, quien empieza a enfermar sin
causa aparente, y todos los esfuerzos de sus allegados por tratar de salvarla y
descubrir al temible responsable.
El Conde Drácula por su lado es un personaje oscuro e
ilustrado, cuyo único fin es saciar su sed de sangre al tiempo que intenta que
las más bellas damas y doncellas se conviertan en sus emisarias sangrientas. Lleva muchos siglos oculto “a la vista de
todos” en la lejana población de Transilvania. Pero motivado por el afán de
encontrar sangre nueva, decide tener contacto con un abogado especializado en inmobiliarios
con el fin de adquirir una nueva propiedad en Inglaterra. Allí, las vidas de
Lucy, su prometido, sus pretendientes, Mina, su esposo y el ilustrísimo doctor
Van Helsing se verán envueltas en la oscuridad y maldad del conde.
Me es imposible hablar de “Dracula” sin hacer una ligera comparación
con los vampiros de la actualidad –desde Blade hasta Edward Cullen–, ya que
estas nuevas versiones distan mucho del personaje construido por Stoker. Para
empezar, “ser vampiro” no es algo asociado a una enfermedad o virus mutado,
Stoker relata la conversión de un humano en vampiro a través de lo que llama “bautismo
de sangre” dotando a su historia en todo momento de misticismo y eventos
sobrenaturales. Lo cual a su vez explica porque los vampiros pueden ser
enfrentados usando cosas místicas como objetos religiosos o con flores de ajo
por ejemplo. Y por otro lado está el componente romántico. Aunque en algún
momento del relato se podría pensar que habrá cierto romanticismo entre el
Conde y sus doncellas, esto nunca llega a ocurrir y no se echa en falta.
Si se examina a “Drácula” con ojo muy crítico, vemos que su
forma de narración –la cual intenta dotar de realismo a la historia–, juega un
poco en su contra. Esto teniendo en cuenta que cada personaje en sus respectivos
diarios hacen dos cosas poco creíbles: Primero: Se nota que el estilo literario
y la forma de contar sucesos de los personajes es muy similar entre ellos (esto
lógicamente obviando que es la obra de un solo autor y que es un relato de ficción),
lo que quiero dar a entender en este punto es que la intención de Stoker de dar
realismo al conjunto de relatos se ve un poco corta. Segunda: Pese a que cada
persona escribe las entradas de su diario en las noches antes de dormir o en
sus tiempos libres, estos sin excepción tienen una increíble –literalmente increíble-
capacidad de memorizar cada dialogo y palabra dicha por ellos mismos o con
quienes han conversado, lo que nuevamente compromete el intento del autor por
dar realismo a su ficción. Sin embargo, dejando a un lado estas querellas, sin
duda se puede disfrutar de una narrativa atrapante, intensa,
llena de intrigas y suspenso.
Me tomo a continuación la libertad de colocar en esta
entrada el capítulo que Santiago Posteguillo dedica a Bram Stoker en su libro “La sangre de los libros”:
La biblioteca del conde DráculaHay en la literatura una biblioteca casi secreta, inclemente, escondida y muy olvidada: la biblioteca del conde Drácula. En ella, el personaje de Bram Stoker, el vampiro más famoso de toda la literatura universal, esconde su siniestro objetivo. Si leen la novela, verán que en esa biblioteca el autor nos desvela los planes ocultos de Drácula, pero lo hace de forma sutil, indirecta, y nuestros ojos pasean ingenuos por esas páginas sin percatarnos de que ahí está la clave de todo. Ocurre como en una novela de Agatha Christie donde, si la lees por segunda vez, te das cuenta de que sí, de que ahí estaban todas las piezas para adivinar quién era el asesino, pero no nos dimos cuenta.En el Drácula de Bram Stoker, el momento mágico tiene lugar cuando el incauto Jonathan Harker, el abogado que está visitando al misterioso conde, examina distraído los estantes de la biblioteca del gran vampiro. Harker no tendría que estar allí, no debería haber entrado ni siquiera al castillo del conde, pero este había sido tan amable al recibirlo:—Come in on your free will and leave here some of the happiness that you bring. [Entre libremente y deje aquí algo de la felicidad que trae consigo.]Así lo saluda el conde. Y Jonathan Harker entra, y con él vamos todos nosotros en el viaje al mundo de Drácula. Pero nuestro abogado, inquieto, no conciliará el sueño tras haber sido agasajado en una cena en la que el conde —esto me encanta— dice que él ya ha comido. No: Harker no consigue dormir por las noches, así que se levantará y saldrá de su habitación, de donde el conde le advirtió que no saliera, y se adentrará por los pasadizos del castillo hasta llegar a la biblioteca de Drácula. Todas las bibliotecas del mundo merecen ser visitadas, pero esta es la única en la que era mejor no entrar… ¿O sí?Pero ¿dónde nació esta biblioteca de la ficción? De hecho, ¿dónde nació el conde Drácula? ¿Realmente nació en Rumanía? El auténtico quizá sí, pues el personaje, sin duda alguna, está basado en la figura del histórico y muy real Vlad Tepes. Fue este un caballero de la casa Draculea y príncipe de Valaquia, una región de Rumanía situada en la Transilvania, nombre que, por otro lado, deriva del latín, donde trans significa «más allá» o «a través de» y silva se refiere a los bosques, a los inmensos hayedos del país. Un caballero valaquio, pues, que luchó con valentía y tenacidad contra las invasiones provenientes del Imperio otomano. Valentía y, por qué no admitirlo, desmedida crueldad, pues se hizo famoso por su sangrienta forma de empalar a todos los prisioneros de guerra (entre otras gentilezas sangrientas). Era su particular forma para intentar infundir temor en un enemigo mucho más grande y poderoso, algo que, por cierto, consiguió. Todo esto en cuanto al personaje real que encendió la llama de la imaginación en Bram Stoker. Pero… ¿dónde o cuándo nace exactamente el Drácula del autor de la genial novela homónima?Tenemos que trasladarnos en el tiempo y viajar a Inglaterra.Whitby, al noreste de York, 1890Estamos en una pequeña población portuaria de unos pocos miles de habitantes. Es verano y la crudeza del invierno inglés parece algo dormida, aunque el aire es frío. El río Esk navega hacia el mar, desgajando la pequeña ciudad en dos mitades unidas por un solitario puente. Estamos en verano, sí, pero el viento sopla fresco. Un hombre cruza el puente algo cabizbajo, en parte para protegerse de la mordiente brisa del mar de finales de agosto y en parte porque anda ensimismado en sus pensamientos. Acaba de descender desde lo alto de las colinas donde se ve toda la bahía. La ciudad de Whitby le va a servir para los capítulos sexto, séptimo y octavo de su novela. Eso lo tiene ya todo escrito. De hecho, el libro está terminado. Y la historia le gusta: un gran vampiro que amenaza con dominar Inglaterra y luego el mundo. Pero… algo falla.Se detiene un instante y mira hacia el mar, encarando el viento: ha seleccionado ese pequeño puerto, donde él veranea con frecuencia, para que el barco Demeter de su novela atraque con el ataúd que transporta a su mortífero protagonista. Sí, todo en la novela le gusta: la ha escrito cruzando supuestos diarios, cartas imaginadas, telegramas ficticios, pero donde todo parece tan real… No hay un narrador único, sino muchas voces diferentes, y el relato se construye en la mente del lector a medida que va poniendo todas las piezas en su sitio. Sí, todo le gusta excepto… una cosa. Bueno, dos cosas. Pero son asuntos importantes y eso lo incomoda sobremanera. Por un lado está el nombre de su protagonista. Se llama Wampyr. No está mal y define al personaje con claridad, pero… sí, lo sabe. No es original, ni evocador. Demasiado simple. Y le da rabia, porque la novela le está quedando genial. Y luego está la cuestión nada menor del título de la obra. The Un-dead. Es decir: El no-muerto o Los no-muertos (al ser un adjetivo en lengua inglesa sustantivado no podemos saber si el título está pensado en singular o plural, y en la novela sale más de un vampiro; incluso hay vampiras).Sí: el nombre del protagonista no es adecuado, pero ya ha pactado la fecha de entrega del manuscrito y apenas dispone de unas semanas para la revisión final. Sin casi darse cuenta ha llegado de nuevo, como tantas otras veces, a la biblioteca de Whitby. Busca su lugar acostumbrado y selecciona las lecturas habituales y alguna nueva. Hoy se ha decantado por un libro que le había llamado la atención en otras ocasiones, pero para el que nunca había encontrado un momento: An Account of the Principalities of Wallachia and Moldavia (Una descripción de los principados de Valaquia y Moldavia), publicado en 1820 por William Wilkinson. Lo lee con interés. El texto ya no le descubre muchas cosas sobre una Rumanía que, aunque no ha visitado nunca, conoce con detalle gracias a los libros de Whitby y, sobre todo, la British Library de Londres. Pero de pronto sus ojos se detienen en una de esas pequeñas líneas en las que casi nadie repara: una nota a pie de página. Y es que en una de estas notas Wilkinson menciona a un tal Drácula que luchó contra los turcos siglos atrás. Y en esa nota el autor del ensayo explica qué significa el nombre: «Drácula en la lengua de Valaquia quiere decir “el demonio”». Nuestro protagonista de Whitby lo anota en su cuaderno con lentitud, pues está pensando intensamente mientras lo escribe en su bloc (un cuaderno que, por cierto, se puede ver en el museo y biblioteca Rosenbach de Filadelfia, en Estados Unidos).Bram Stoker sale de la biblioteca de Whitby y cruza de nuevo aquel puente solitario. Se detiene en medio y mira hacia el río Esk. Drácula. Asiente despacio. Las grandes decisiones se meditan con tiento. Reemprende la marcha y, sin percatarse de ello, cada vez camina con más velocidad. Llega a su casa, sube directamente a su despacho. Coge el manuscrito de El no-muerto y tacha el título. Toma la pluma y debajo del título tachado escribe con seguridad uno nuevo: Drácula.Y luego cambia, en cada página, el nombre del conde Wampyr por el de conde Drácula. Con meticulosidad. Ahora ya no se siente inquieto por el título de su nueva novela. Hay momentos de inspiración.Whitby aparece constantemente en la novela de Stoker. No solo es aquí donde llega el conde, en el barco Demeter, en su intento de hacerse con el dominio del mundo, sino que las ruinas de la abadía de la ciudad y sus tumbas en lo alto de los acantilados son escenarios tan fantasmagóricos como románticos que aparecen en la novela de forma dramática. Si uno quiere viajar y conocer a Drácula, tiene que ir a Rumanía —esa Rumanía que Stoker no visitó en persona—, pero también a la pequeña localidad de Whitby. Solo así el viaje es completo […]
Ficha técnica:
Nombre original: Dracula
Autor: Bram Stoker - https://es.wikipedia.org/wiki/Bram_Stoker
Año de publicación: 1897
Año de publicación: 1897
Traductor(a): Juan
Antonio Molina Foix
Páginas (aprox.): 520
Tipo de narración: Primera
persona a través de Diarios / Notas
Género: Fantasía /
Terror
Calificación:
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